Todos tenemos secretos escondidos en algún lugar y nos sentimos frágiles cuando alguien los descubre.

Pero llega un momento en la vida en el que descubres que no es necesario seguir ocultando lo que hemos sentido, llorado, reído, amado... No es necesario esconder en lo más recóndito del alma todo aquello que nos hizo sentir intensamente vivos.

Ya perdí el miedo de abrir las puertas del alma, porque no soy vulnerable ante nadie, salvo ante el miedo de sentirme vulnerable.

Tan solo soy alguien como tú, a quien el universo no ha cesado se regalarle momentos para sentirse viva.

Pensando en ti


No puedo hacer nada en esta tarde
salvo pensar en ti.
Y te escribo nuevamente, desde mi soledad
gastada de pensarte,
en medio del silencio y la dulzura
de esta quietud, compartida contigo
en mi pensamiento.

La ventana entreabierta,
un jirón de sol de invierno,
esa bella melodía sonando en mis oídos,
la mirada perdida en la distancia...

Me descubro, de repente, esa mirada,
perdida entre tus ojos.
Descubro mis labios temblorosos
besando tu sonrisa inexistente.

¡y pasan los minutos tan despacio!
¿quién o qué tendrá la suerte
de sentir en su piel o en su contorno
el  leve roce de tu mano suave?

Y siento en lo más hondo la certeza
de que, allá donde estés, estás tan cerca
que hasta puedo notar el roce de tu pelo
y sentir el calor de tus caricias
y perderme entre tus brazos invisibles.

¡Si supieras, amor, en este instante,
que cerca estás de mí y hasta qué extremo
necesito respirar tu aliento tibio
para sentirme viva realmente...!

Si supieras, mi amor, cuánto te quiero...