Todos tenemos secretos escondidos en algún lugar y nos sentimos frágiles cuando alguien los descubre.

Pero llega un momento en la vida en el que descubres que no es necesario seguir ocultando lo que hemos sentido, llorado, reído, amado... No es necesario esconder en lo más recóndito del alma todo aquello que nos hizo sentir intensamente vivos.

Ya perdí el miedo de abrir las puertas del alma, porque no soy vulnerable ante nadie, salvo ante el miedo de sentirme vulnerable.

Tan solo soy alguien como tú, a quien el universo no ha cesado se regalarle momentos para sentirse viva.

Es mi otoño tu ausencia

Bajo el cielo de nácar y negro me arrodillo,
y pronuncio cien veces una tu nombre
como un conjuro divino.

Pero tu no lo sabes.

Dicen que estalló abril en rosas y en espliegos;
que la noche reventó su vientre preñado de estrellas.
y, dicen,  que el alba someterá una a una
las sombras de la noche.

Pero tú no lo sabes. Ni sabes que soy
ni rosa ni estrella ni luz en la aurora;
que en mí el otoño se mantiene vivo.

Solo soy otoño, deshojado y herido,
hoja muerta de álamo, y caída.

Lluvia soy de octubre; de noviembre, frío.

es mi lágrima el fruto del dolor profundo
de haberte perdido en mitad del otoño.

Y es mi otoño tu ausencia.

Solo un resto de coraje me empuja y me hace fuerte,
y sigo sonriendo a los vientos y a la tierra,
porque, a pesar de mi otoño y de tu ausencia,
continúo,  hoja a hoja y lluvia a lluvia,
                                   queriéndote