El prodigio de la luz ha vuelto a sorprender
la calma de la noche,
dándole forma todo
y devolviéndole, a todo, su sentido.
Debo irme, como se fue la noche.
Entre sus sombras dejo la magia de un instante
y, de esta luz, me llevo la fuerza de la Vida.
Tal vez se duerman los duendes entre la hiedra y el musgo,
y las hadas arropadas en pétalos de flor.
Tal vez, entre las algas
sueñen orillas blancas las sirenas.
Mi espíritu danzó con ellos hasta el alba
y estoy cansada.
Quiero llevar conmigo la calma de este instante,
embriagada de luz y de rumor de olas.
Y el recuerdo de mis ojos, persiguiendo un vuelo de gaviota
desde los campos verdes hasta el azul del mar.
Y siento que todo está bien, cada cosa en su sitio.
Que debo volver a mi casa y a mi gente.
Que me espera su sosiego, el refugio de su abrazo
y su sonrisa.
Y, fundida con ellos, la mirada y nuestros brazos,
transmitir el mensaje que los rayos de sol, hace un momento,
escribieron, brillo a brillo, entre mi piel:
Renace la Vida: coronada por ella, despliega tus alas
y vuela.
Como la gaviota.
Buenos días.